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El orgullo precede a la caída. Y así fue como los Aeldari, maestros supremos de la tecnología, cayeron en la complacencia. Sin miedo a las especies más jóvenes y despreocupados por cualquier amenaza exterior, se hundieron en la indulgencia. Fue un error que devastaría su civilización y desataría un nuevo horror en la galaxia.
Antaño, la civilización Aeldari tenía toda la galaxia a sus pies. Su incomparable dominio de los viajes, la estrategia militar y la tecnología hizo que su imperio se extendiera prácticamente sin oposición por vastas regiones del espacio. En cada mundo se estableció un paraíso casi perfecto en el que los Aeldari buscaban experimentar los mayores placeres. Poco a poco, pasaron de disfrutar aprendiendo y dominando sus habilidades a entregarse a las sensaciones y el hedonismo. Con el tiempo, se vieron consumidos por la búsqueda de la satisfacción de todos sus deseos, cayendo cada vez más en sus propias pasiones y fantasías. Sin que ellos lo supieran, la energía oscura de su decadencia y corrupción se acumuló en la Disformidad, adquiriendo su propia conciencia y convirtiéndose en un nuevo Dios del Caos: Slaanesh. El violento nacimiento de Slaanesh desató una tormenta de potente energía psíquica, desgarrando las almas de miles de millones de Aeldari y otros seres sensibles, y reduciendo el otrora orgulloso imperio Aeldari a una cáscara rota de su antigua gloria.
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