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Ilusiones renovadas. Mantenerse en la élite es uno de los mayores desafíos en la F1. Luego del título de James Hunt en 1976, la escudería supo reinventarse a tiempo tras unos años de sequía para desarrollar el primer monoplaza de fibra de carbono de la historia.
Después de haber bebido el champagne más dulce con la consagración de Emerson Fittipaldi, el nuevo desafío para McLaren era mantener el nivel para consolidarse como uno de los equipos fuertes en la Fórmula 1. Si bien el piloto brasileño tuvo un comienzo prometedor en la temporada de 1975, los resultados no fueron lo suficientemente consistentes como para presentarle batalla a Niki Lauda, quien terminaría quedándose con el título para Ferrari.
Con la salida de “Emmo”, el equipo anunció la incorporación del inglés James Hunt para conformar la dupla con el alemán Jochen Mass. La apuesta era grande, pues el británico estaba cerca de los 30 años y, si bien había demostrado condiciones, su falta de constancia era un enigma a resolver. Carismático como pocos, enseguida Hunt comenzó a deslumbrar, tanto por su nivel conductivo como por su aura de estrella.
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