Estructuralismo-funcionalismo

A finales del siglo XIX, la psicología en Estados Unidos contaba con dos corrientes que pugnaban por la hegemonía: el estructuralismo y el funcionalismo. Hasta entonces, aquella disciplina se consideraba una rama de la filosofía carente de toda validez científica. Para corregir tal error no quedó otra opción que tomar de la biología y la física una metodología mucho más rigurosa, basada en la observación y la medición de fenómenos. La tarea contaba con un honroso pre-cedente: el laboratorio de psicología experimental que Wilhelm Wundt había creado en la Universidad de Leipzig, en Alemania, donde se especializó la primera generación de especialistas estadounidenses que dieron paso a lo que se conoce hoy como Nueva Psicología Americana. Sin embargo, su disparidad de enfoques les llevaron a crear dos escuelas. Los funcionalistas, con William James y James Rowland Angell al frente, se orientaron hacia aspectos más prácticos y centraron la investigación en la consciencia y el aprendizaje. Los estructuralistas, en cambio, capitaneados por Edward Bradford Titchener, intentaron comprender qué es la mente mediante el estudio de las sensaciones. La controversia entre ambos sistemas de pensamiento caracterizó el panorama social y cultural estadounidense de su tiempo y, lejos de convertirse en una árida discusión académica, dio carta de nacimiento a la psicología como disciplina científica.